La delegada del Plan Nacional sobre Drogas señala como objetivos retrasar el inicio del consumo y huir del «yo controlo».


Fecha: 14 / 05 / 09
Los discursos han cambiado. Cuando un responsable político acreditado, a saber la delegada del Gobierno para el Plan Nacional sobre Drogas o el consejero de Salud del Principado, hablan de drogas, ya no priorizan las sustancias prohibidas. Nada de cocaína, crack o alucinógenos como protagonistas de sus mensajes. Ahora los demonios a vencer son los cotidianos, los legales, los que, como el alcohol y el tabaco, están al alcance de todos e incluso resultan elementos socializantes. De ahí que tanto Carmen Moya como José Ramón Quirós, que inauguraron ayer las XV Jornada Municipal sobre Drogas, hayan desplegado todos sus recursos para potenciar la importancia de la prevención.
Según los datos facilitados por la delegada del Gobierno para el Plan Nacional de Drogas, el consumo de alcohol se inicia entre los 13 y los 14 años y el de cocaína entre los 16 y 17, mientras la edad más común para todas las sustancias se encuentra entre los 21 y los 35 años. «Uno de nuestros objetivos es retrasar el inicio del consumo, porque que un chico o una chica que todavía no ha concluido su maduración cerebral beba alcohol incide en su capacidad neuronal y tiene consecuencias importantes en términos de salud», advirtió Carmen Moya, quien dibujó el perfil del consumidor joven como el de alguien «que se inicia en los fines de semana, con una intermitencia en el consumo en los momentos iniciales e integrado socialmente».

Y alertó la delegada en el Plan Nacional sobre la circunstancia de que «no estamos hablando de gente marginal, como en los años de la heroína, sino de gente integrada tanto a nivel académico como familiar, a la que esta manera de consumo le hace percibir que no tiene tanto riesgo, que puede controlar, sin ser conscientes de que esta banalización entraña un riesgo importante de entrar en consumos problemáticos. Todas las drogas son malas, todas, sean legales o ilegales».
Sobre la legalización de algunas «drogas blandas», como el cannabis, cuyo consumo ha bajado sustancialmente entre los jóvenes, José Ramón Quirós señaló que «requiere un debate amplio sobre los modelos existentes», si bien eliminó de antemano el modelo norteamericano de «tolerancia cero» y el centroeuropeo de legalización parcial, para apostar «por la persona, dándole la capacidad, la información, las habilidades y los recursos, para que puedan tomar una decisión sobre su vida de forma libre, informada y consciente. Que pueda decir esto no va conmigo», mensaje, por otra parte, que repitió sucesivamente.